El sol: un corazón que a voluntades
se impulsa desde estíos apocados,
se abate pronto, resta claridades
e inmólase inundando mis costados.
La luna: un corazón que oscuridades
ampara, Cristo en domos enlutados,
que pende hiriente, fatuo de equidades
que huelgan de tu índole en los vados.
Persigue el día el rastro nocturnal,
la noche irrumpe a dolo furibundo
y no hay fin al bramido de talones,
ni don de cierta luna de cristal,
ni cuándo un sol carcoma, hartado, el mundo,
legando a luz y horror desolaciones
domingo, 21 de octubre de 2007
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